Los puntitos no se iban...flotaban en el aire. Se río del experimento que acababa de hacer, pero no por eso lo dejó. Se miró los pies, se miró las manos, los brazos y el vestido...¡Todo tenía puntitos rojos!
Se dio cuenta de lo hermoso que su cuerpo se veía con esta alucinación ¿o ilusión?, se preguntó derepente. Estaba tratando de aclarar sus pensamientos cuando fijó la vista en su mano derecha...entonces lo vio: el puntito rojo en el dedo anular se agrandaba y agrandaba cada vez más, tanto así que cubrió por completo gran parte de su dedo. Le gustó lo que vio y
una risita infantil, como cuando se descubre al caracol mostrando sus cachitos al sol, salió de su boca. Ya no le importó de qué color estaba su rostro, ni si aún había señas de su convalecencia; solo le importó la delicada imagen que se formó con ese puntito rojo alrededor de su dedo.
Entonces volvió a reír, más descaradamente y con fuerza. No volvió a mirarse al espejo, había olvidado la tristeza y la angustia de no saber...
Fue en busca de su cámara para retrarar esa pequeña mancha que la hizo reír como una niña...reír como hace tiempo no lograba hacerlo.
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